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Un buen momento para conectarnos con nuestra esencia
En estos tiempos tan intensos que estamos viviendo, sentimos una fuerte necesidad de buscar nuevas posibilidades para sobrevivir. Desarrollamos diferentes alternativas para enfrentar los desafíos y, a veces, nos vemos obligados a sacar fuerzas de donde pareciera que no hay.
Aunque surgen nuevas oportunidades, a menudo seguimos atrapados en los mismos patrones mentales haciendo las mismas cosas de siempre. Nos empeñamos en resolver y controlar todo según nuestras expectativas.
Sin embargo, este enfoque nos lleva a vivir desde antiguos paradigmas y creencias limitantes. Cuando los resultados no cumplen nuestras expectativas, nos invade la incertidumbre, la ansiedad y el miedo, lo que nos atrapa en un círculo vicioso que nos devuelve al punto de partida.
Cuando atravesamos la pandemia y nos vimos obligados a estar encerrados, no nos quedó otra opción que estar con nosotros mismos, la rutina diaria se había detenido. Ya no podíamos distraernos con actividades sociales como salir con amigos, ir al cine, ir de compras o dar paseos.
Esta limitación generó un buen momento para conectarnos con nuestra esencia y nos enfrentó a emociones y miedos profundos que habíamos dejado de lado debido a nuestras ocupaciones, encuentros y rutinas. Nos vimos forzados a adentrarnos en nuestro interior y a confrontar nuestras sombras.
Sin embargo, estas «sombras» no son más que valiosas lecciones y oportunidades de crecimiento personal que nos permiten descubrir nuestra verdadera naturaleza.
Todo en nuestra realidad se vio sacudido: las personas, las instituciones, las estructuras. Resistirse a estos movimientos constantes nos lleva a una lucha incesante con la vida, a nadar contra la corriente, a malgastar nuestra energía en un intento desesperado por aferrarnos a la estabilidad.
Pero, finalmente, nos damos cuenta de que lo único constante es el cambio. Ante esta realidad, solo nos queda rendirnos y fluir con lo que la vida nos muestra. No se trata de rendirse por cobardía, sino de entregarse al sagrado flujo de la existencia, guiado por fuerzas más grandes que nosotros.
Puede sonar a algo utópico, pero cuando nos conectamos con nuestra verdadera esencia, y reconocemos que somos parte de algo más grande que nosotros, liberamos el control y confiamos en una fuerza superior, a la que algunos llaman «Dios».
Entendemos que, por más que nos preocupemos, nada cambia y que solo podemos vivir un día a la vez. Descubrimos que no se necesita mucho para tener una vida plena y significativa. Valoramos y amamos a aquellos que nos rodean, aprendemos nuevas cosas y disfrutamos de las experiencias simples y cotidianas.
Este enfoque nos lleva a vivir en un estado de creatividad constante. Al aceptar con amor la vida tal como se presenta, desde nuestra voluntad adulta, y con un asombro similar al de un niño, nos abrimos a nuevas posibilidades que nos conectan con nuestras fortalezas, virtudes y talentos. Esto nos permite establecer una relación más armoniosa y profunda con nosotros mismos.
Aprendemos a abrazar la realidad tal como es y a vivir plenamente en el presente, siguiendo los latidos de nuestro corazón.
Esa oportunidad de «quietud», ha sido un buen momento para conectarnos con nuestra esencia y despertar nuestra poderosa luz interior. Así, comprendemos que nuestras sombras no son más que espacios donde no habíamos permitido que la luz penetre.
Por: Luz Estela Álvarez Osorio
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