Así como la poderosa madre tierra; nuestra madre es un campo vital de vida, nos calienta como semilla que madura en su vientre, nos prepara en su sagrado interior físico, emocional y energético mundo, nos pasa la fuerza transgeneracional en un campo de inclusión natural genético, donde se suma papá y mamá de manera exponencial e inherente con la nueva vida que llega, los hijos.

También nuestras madres hacen parte de un todo mayor que las antecede y está en su destino, vivirlo como ya viene, con un sello imparable llamado la historia familiar sistémica, es una aventura suprema y desafiante que no tiene carta de navegación, ni instrucciones de manejo. Se evidencia así la conexión de las madres con la gran fila de mujeres ancestrales de su linaje, con sus formas de crianza y sus implicaciones sistémicas, con sus diferentes estrategias de dar, contener y acompañar la vida en crecimiento de sus hijos, hijos de la vida.

 

Así como la madre tierra en tiempos intempestivos conservó la vida de las semillas, las madres en tiempos de guerra cuidaron y conservaron la vida de muchos hijos e hijas para preservar la especie, la familia y la vida, pusieron su motivación y misión de madres incluso por encima de sus expectativas y sueños personales para que continuara la vida y la descendencia de sus familias.

 

Las madres también son alquimia pura en el seno de las familias y de la sociedad, son las grandes gestoras de  grandes historias de amor, alegrías, de sentido de vida, de motivación para los hijos e hijas, un caudal de experiencias constructivas para un buen carácter, y ante  grandes dificultades económicas, sociales y políticas; con su amor, creatividad y tenacidad, son capaces de hacer vivir experiencias tan significativas que permiten seguir soñando y creyendo en un mundo mejor y más influyente a sus hijos e hijas.

 

Así las madres con un nivel muy profundo de conexión para la conservación de la vida, también están inscritas en los órdenes y desórdenes que existen como patrones y arquetipos en las historias familiares.

 

La invitación ahora es a  tomar la vida, la fuerza tal y como nos viene dada de la fuente más indicada para tomar a plenitud la vida y nuestro éxito, que es en esencia, nuestras madres, aquella que tenemos grabada en nuestra mente y en nuestros recuerdos o heridas inconscientes, para poderlas tomar con todo, sin juicios y sin exigencias infantiles, para amarlas como hijos adultos y agradecidos que disfrutan de un presente saludable, sintiéndonos los pequeños ante la grandeza de nuestras madres, madres reales…las únicas con el poder de permitirnos  acceder nuestro padre biológico, sólo ellas nos pueden dar el pasaporte para ir al padre y tomarlo de igual manera, desde el adulto, como pequeños ante nuestros padres, se completa con la bendición de la madre y del padre biológicos para afirmarse en sus raíces ancestrales y poder volar con nuestras propias alas hacia la plenitud de la vida y de nuestra propia esencia . Esto es un profundo trabajo desde la humildad, humildad que es un hacer, no un decir.

 

por John Jairo Saldarriaga Berrío

 

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